Crónica periodística

 

Un misil. Millones de vidas

15/05/24

Luciana C. Gomez

 

Pensábamos que las guerras de tal magnitud como lo fue La Segunda Guerra Mundial eran hechos pasados hasta que un misil ruso impactó en suelo ucraniano.

Un arma letal puso en pausa al mundo, en especial a millones de familias ucranianas, el 24 de febrero del 2022.

 

Los soldados rusos entraron a las tierras de Ucrania para dar inicio a una batalla que terminaría con la vida de miles de personas, cientos de heridos, muchos emigrantes y familias destruidas.

 

No quiero contar porqué Rusia invadió Ucrania, no quiero hablar sobre qué quieren los rusos y qué defienden los ucranianos. Quiero contar la historia de Tanja (nunca aprendí cómo se escribe su nombre, pero si me escuchan sabrán que sé pronunciarlo).

Tanja es una joven de treinta y cinco años a la cual la invasión de Rusia la obligó a dejar su ciudad de origen y junto a un grupo de compañeras de trabajo se mudó -sin quererlo- a la ciudad de Viena donde trabajó en una empresa de viandas para aerolíneas, tratando de ahorrar dinero con la esperanza de que algún día su familia esté de nuevo junto a ella.

Tanja al igual que miles de mujeres, dejaron en sus países a sus maridos, padres, hermanos y todo hombre que haya estado presente en sus vidas.

Conozco a Tanja porque trabajamos juntas en Do&Co. Ambas compartíamos la afición por la pastelería, pero nos diferenciaba que yo pude elegir estar allí.

La guerra arruinó a mucha gente y nunca había imaginado conocer a los mismos.

Ella no hablaba alemán, tampoco inglés y mucho menos español. Sólo hablaba ucraniano, pero aun así nos entendíamos ya que todos hablamos el mismo lenguaje del dolor y de la esperanza. Trabajaba como podía, los jefes le daban indicaciones mostrándole qué tenía que hacer ya que la palabra, en su caso, era en vano.

Lo que más llamaba la atención de ella, era que a pesar de la adversidad nunca perdía la sonrisa. Aunque, como todo humano, una vez la perdió.

Un caluroso día de junio del 2022, Tanja recibió el llamado de todos los mediodías. Al parecer, su marido le mostraba a su mascota y ella lo llamaba con silbidos. Con el resto de los presentes, decidimos dejarla hablando sola y volvimos a nuestros puestos de trabajo.

Luego de unos minutos, Tanja llegó con lágrimas en sus ojos. No podía explicarse en su idioma ya que nadie lo comprendía y en ese estado ni siquiera pudo intentar decir “hola” en alemán. Se la notaba desesperada y sus ojos demostraban tristeza.

Con onomatopeyas y movimientos similares a un "dígalo con mímica" nos explicó que mientras hablaba con su pareja, se empezaron a escuchar bombardeos.

Dichos bombardeos fueron los misiles que los rusos arrojaron en el centro comercial de Kremenchuk, no tan lejos de su hogar.

Alguien acababa de perder la vida, alguien resultaba herido, alguien estaba llorando la muerte de un ser querido.

Tanja es solo una de las miles de personas que fueron afectadas por la guerra. Hubo mujeres que no soportaron estar lejos de su familia y volvieron para acompañar a sus hombres a pesar de conocer los riesgos.

Al día de hoy miles de familias continúan separadas e incluso hay padres que no conocen a sus hijos por otro medio que no sea un teléfono.

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